sábado, 7 de noviembre de 2009

Yo soy...

Yo soy la trovadora de la miaja, vengo de allí donde sentir está prohibido, llorar está mal visto y reír es un acto reflejo. Nací en un lugar donde una semana es sólo siete días seguidos y los días una suma de horas repetidos uno tras otro con la misma gracia que tiene el segundero de un reloj, ninguna. El único valor que tiene allí la vida es que es el contrario de la muerte y el propio acto de vivir se antoja más bien como un oficio trabajoso.

De donde yo vengo se aplasta siempre un poquito más el artista que llevamos dentro. La gente no camina, corre. No come, engulle. No habla, sino que escupe palabras a la cara; la gente tiene miedo a las palabras, bueno, a las palabras, al contacto físico, a la verdad... Allí no queda espacio para que se detengan las miradas y hace siglos que no se ha visto a nadie oler. Consumen amor, así que no viven, se consumen. Vengo de un sitio donde las flores son un anestésico visual, un simple efecto óptico entre tanto negro; de donde no vuelan los pájaros sino el tiempo, por eso estoy aquí, porque no creo que en ese sitio nadie tuviera tiempo para escucharme, o lo que es peor, no creo que yo tuviera tiempo para expresarlo.

Soy la trovadora de la Miaja, de la Miaja de pan y no estoy sola en esta aventura, la ninfa Alfesibea se vino conmigo. La ninfa Alfesibea puede pasar los días y las noches contando historias que nos enganchen a ella como un imán... historias que ha recogido a lo largo de su existencia o historias que ella misma escribió cuando se le salía el corazón por la boca; historias que no escucharás de su voz, sino que me mandará cada semana envueltas en polvo de estrellas.

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